lunes, 22 de octubre de 2007

Je, je, je… Hamilton au de té…

Ahí va una de Fórmula 1, una pasión novedosa en mi vida –llevo 5 años enganchada- que me ha hecho comprender lo que siente mi padre al ver un partido del Real Madrid. Nada es más importante que esa retransmisión. Ni bodas, ni trabajo, ni funerales pueden levantarme del sofá. Adelanto mis eventos o los retraso, pero por Dios, que no me quiten ese par de horas de emoción semanal o quincenal e incluso a veces, mensual.

Hace quince días reí al ver que bien aparcaba Hamilton a la entrada de los boxes. Ayer casi lloré –bueno, si, lloré- al ver como la minivaquita sagrada del pirata Ron, cedía a la presión y la cagaba en el momento más importante de su vida.

Creo que Hamilton no tiene la culpa. En mi casa se dice que el que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas. Y a Hamilton la confianza le vino grande, y es normal, porque es joven y novato. Y un novato, al que le salen bien unas cuantas jugadas –o jugarretas- es muy peligroso. Comienza a creerse Dios, y si revisamos la Biblia –lo de Babel- y los mitos de la antigua Grecia descubriremos que los Dioses se cabrean mucho cuando descubren a un humano con el síndrome del superhombre, y entonces, lanzan contra él toda su ira. Y escuchadme, no hay ira más jodida que la de los Dioses.

Por las mismas fuentes, ya sabemos que a los dioses, supuestamente, les gusta que vayamos a nuestro pedo, por eso de darnos una libertad, para averiguar que tal nos va solitos y sin intervenciones suyas. Hamilton pudo elegir entre acabar cuarto y ganar el mundial, o adelantar a Fernando –con un par, pensaría- y jugársela. Como no tiene muchas tablas, se decidió por lo segundo, con el previsible paseíllo por las arenas. Aun podía ganar, estaba sexto, puesto suficiente para proclamarse campeón. No obstante, la excursioncita le llenó de mierda no se qué mecanismo del coche y durante unos segundos no pudo cambiar de marchas, algo que le situó en el puesto 18. Todo esto lo vi –o vimos- en la pantallita enana que ponen los de telecirco cuando hay publicidad, y debo decir, que me asusté. El de la mala pata es Fernando, y su coche era viejo, y ¿será Fernando?, ¿será Hamilton? Y por fin, en medio de un ataque de histeria, reconocí la banderita de Inglaterra. Y fue en ese momento cuando lloré… no de emoción, sino de risa.

Mi conclusión, ante lo acaecido en estos últimos meses es que Ron Denis es bobo. Pero bobo, bobo, bobo, bobo. Vamos a ver: si me dan a elegir entre un modelo nuevo de Renault, que han construido a base de ingenios muy modernos pero muy poco probados o mi Clío, cuya fiabilidad después de ocho años está más que demostrada –sólo ha ido al taller a ser revisado y ya tiene muchos kilómetros en la chepa- yo elijo mi Clío, porque si resulta que el nuevo modelo de Renault es tan bueno como parece, ya tendré tiempo de comprarlo. Pues eso, a Ron le dieron a elegir entre un resplandeciente nuevo modelo y uno bien consagrado: más antiguo, menos sorpresivo y completamente fiable. El, cegado por criterios nada profesionales, se decantó por el primero, que parecía que nunca iba a fallar… nunca hasta que le metieron más caña de la que podía soportar y se gripo. Pero además, el muy bobo, bobo, bobo, bobo, no sólo no se conformó con apostar por el nuevo, sino que se dedicó a machacar al fiable: que si me quejo de ti, que si te llamo chivato, que si no te doy la vuelta de gracia en las luchas por la pole, que si cuando te jodan yo no te defiendo, que si ganas me importa un huevo, que si tal, que si pascual.

Pues por bobo perdiste, Ron –al menos en carrera-. Si Fernando se queda: a Renault no creo que vuelva después de la temporada cutre que se han marcado, y si le cazan en Ferrari tendrá que compartir protagonismo con el actual campeón del mundo… si Fernando se queda, digo yo que el pirata Ron se lo piense cien veces antes de calzar unas bragas a quien no las ha llevado nunca.

Tengo sensaciones encontradas. Me hubiera gustado que ganara Fernando*, por aquello de hacer un corte de mangas a los británicos. No obstante, también es muy grato que hayan vivido un corte de mangas a lo Juan Palomo. Y si alguien tenía que ganar –en lugar de Fernando- ese era Kimi Raikonen, porque nadie le había sacado de una piosta con una grúa, porque también habían puesto en descrédito su valía, porque no había acudido a la FIA para quitar a nadie de una pole, porque a pesar de todas las zancadillas estuvo ahí acechando, porque ha sabido jugar sus cartas, y porque su victoria representa el gan leñazo de Hamilton y McLaren –o MacLloren-.

Estamos en un momento de suspense total, porque no sabemos si la FIA –últimamente, la TIA - se cargará a tres pilotos que iban ayer por delante del nenito, lo que serviría para proclamarlo campeón del mundo. Pase lo que pase, da igual, todos los asiduos a las carreras recordaremos como Luisín perdió dos oportunidades chupadas de llevarse el mundial por autoproclamarse dios… y que si lo ganara, sería a base de talonario –como las prostitutas-.

Ay, Hungría, Hungría…

* No tiene nada que ver, pero ya que escribo poco en este blog incluiré otra reflexión. El otro día, al ver el video NO-DO de Rajoy en el telediario pensaba yo en la ruptura de España y todas esas historias. He llegado a una conclusión: la bandera me la trae fresca y me considero de todo menos nacionalista, pero que gane Fernando en una hipotética guerra con guante blanco contra los ingleses, me pone mucho y creo que le pone a mucha gente. Nos pone que gane Fernando, la selección de baloncesto, de fútbol, el Dani Pedrosa, el Lorenzo, Nadal o la Gema Mengual… quien sea. Mi teoría es, que mientras haya prácticas que toquen en el lado más irracional de nuestro cerebro –porque yo a Fernando no lo conozco- en la que el honor de un español sea visto como el honor de una comunidad, aquí no se resquebraja nada. Podrá evolucionar, pero no romperse.